jueves, 10 de diciembre de 2015

PERSEVERA Y TRIUNFARÁS

Todas las personas llevan consigo una historia, ninguna se va a quedar sin nada para contar. Quizás unas mejores que otras, pero eso queda a criterio de cada uno.

Yo lo elegí a él, tal vez porque a mi punto de vista puede llegar a ser una de las mejores, ya que la motivación por nunca bajar los brazos es un ejemplo a seguir para muchos.

Tucumano, oriundo de Simoca, una localidad ubicada a  de San Miguel, Juan Pablo es un su nombre. 54 años de edad, atleta transplantado, sin dudas uno de los personajes más conocidos en nuestra provincia, su apellido Juárez.

Sin dudas no alcanzarían las hoja ni la tinta para contar la vida de este personaje, entre buenas y malas, tantos momentos vividos y tantas anécdotas hacen que la vida que lleva Juan Pablo sea un ejemplo a seguir, por su voluntad, su perseverancia y sus ganas de seguir adelante sin importar nada más que llegar a su meta.

El divide su vida en tres etapas, antes y después del trasplante y después del accidente.


La cita era al mediodía, el sol pegaba fuerte, se hacia sentir. El encuentro estaba pactado para las 12.30 en la pérgola, un lugar mítico en la provincia quizás poco utilizado por los tucumanos. Durante la espera, muchas personas aguardaban su llegada, mientras realizaban su entrenamiento diario, dando la vuelta algunos a paso lento, otros más rápido, algunos en grupo y otros lo hacían por su propia cuenta. Pero todos esperando al “profe “. La espera se demoro hasta las 13.50 cuando apareció, las llamadas seguramente lo sofocaron por demasiada insistencia, pero su sonrisa era de oreja a oreja, si, a pesar del calor, de la insistencia del periodista por hacer la entrevista. 
A pesar de haber llegado un poco tarde, se tomó todo su tiempo para charlar con todos, así es, con todos y cada uno de los atletas que pasaban y lo saludaban, además de pedirle consejos para llevar a cabo su preparación y preguntando por su estado de salud. Esa sonrisa picarona que demuestra claramente que es un bromista, todo el tiempo haciendo reír a carcajadas a los demás con sus devoluciones, una persona le preguntó: - ¿cómo andas Juan, todo bien? – Y, aquí me ando. No pude contener la risa luego de esa devolución.

Cuando empezamos a charlar, lo vi siempre sonriente, tranquilo, cauto, fregaba sus manos contastemente como si la ansiedad por empezar a entrenar era una necesidad para él, seguro que no veía las horas de empezar. En medio de la charla las interrupciones eran constantes, todo el tiempo se acercaba alguien a hablarlo, él siempre predispuesto, pero me pedía perdón y me decía que en la próxima cita lo hagamos en un lugar que nadie lo conozca así pueda hacer mi trabajo tranquilo. 

Cuando la interrupción desapareció, empezamos a caminar alrededor de la pérgola cilíndrica conversando. Él ya estaba preparado para correr, con su pantalón corto y su remera deportiva la cual llevaba el nombre de su fundación y el cronometro en su mano daban muestras claras de que estaba listo para arrancar, una vuelta más. “Si no estuvieras de vaquero y de camisa te hago correr conmigo, te hace falta” a lo que sin dudas le di la razón.

Cuando comenzamos a hablar sobre su vida, me contó que el la separa en secciones, una de ellas era antes de su trasplante. Un soñador joven, invencible, soñador, aunque eso nunca jamás dejó de ser, un auténtico aspirante a cumplir todas las metas para llegar al éxito. Tenía un futuro extraordinario con las condiciones que demostraba, miles de trofeos y competencias ganadas tanto a nivel local como nacional, que lo llevaron a estar en los primeros planos, pero que quizás los medios locales no advertían sobre lo que podría llegar a haber sido. Pero un día, sintió algo en su cuerpo que no estaba bien, sentía que las cosas no andaban bien. Vómitos, mareos, falta de aire y distintos síntomas que demostraban que algo andaba mal. Cuando se enteró del problema que llevaba, un bajón se apoderó de él, pensaba que todo estaba perdido que no había solución, pero eso no tardó mucho, siempre perseverante, miró hacia adelante y sabía que todo estaría bien, un trasplante de médula era lo que necesitaba no solo para seguir corriendo, sino para seguir viviendo. Mientras me contaba eso, sus ojos se llenaban de lágrimas de emoción, como haciendo un recuerdo de lo que tuvo que pasar y todo lo que hizo para poder continuar.

Luego de eso llevo un tiempo largo de recuperación, que lo alejo de las pistas de carreras por un largo tiempo, pero que la ansiedad por volver hacían que siempre mire para adelante y que se esfuerce al máximo en cada cita con el médico para la rehabilitación. En ese momento cambio la cara, marcando un antes y un después en su relato, y quizás donde vivió los mejores momentos de su carrera deportiva. Consiguiendo records importantes que lo llevarían a ser uno de los atletas más reconocidos a nivel nacional, por todos los logros obtenidos.

La charla ese día había acabado, era hora de entrenar, de mover las piernas y de poner en funcionamiento el cuerpo, apenas me despedí empezó a trotar para comenzar con su rutina.

En conclusión del primer día, es que sabía que iba a ser difícil no contar muchas cosas que quizás para algunos ya sean conocidas, pero otros, por falta de difusión no conocen de este personaje.


En el segundo día, fue un poco más distendido, “en una de mis casas”, un departamento, chico, pero para él es suficiente. Vale aclarar que su verdadero hogar se encuentra en su Simoca natal, donde vive con su familia, y donde le gusta pasar el mayor tiempo de sus días pero por la distancia dice en modo burlista “duermo donde me pille la noche”, y bueno cuando lo encuentra en la capital tucumana acude a su departamento, un lugar humilde, que se identifica con él. Tomando unos mates la charla comienza desde donde quedó, ¿dónde estábamos? Me pide que le recuerde.

Y fue cuando comenzó a hablar de una etapa de su vida que fue aún más difícil, una pelea más para Juan Pablo.

Un  suspiro profundo se vio en él, demostrando que era una parte de su vida que no quería recordad y no le hacía bien hacerlo. Fue una tarde de esas en las que se encontraba entrenando en el Parque 9 de Julio, a la altura del Palacio de los deportes cuando unos individuos se le acercaron para robarles sus pertenencias, él no tenía nada, ni siquiera se resistió. Lo triste de esta sociedad es de que a veces los delincuentes no buscan robar nada, sino que se conforman con el solo hecho de hacer daño. Y vaya que lo hicieron.

Casi dos horas tirado luego de recibir golpes por todos lados, esos golpes más dolorosos que la vida misma le dio, quizás la paliza que aquel trasplante de medula no le pudo dar. Un momento duro para él, pero sonríe, siempre lo hace, muchas veces uno se queda con el rencor hacia estas personas que solo buscaron dañarlo, él no, el solo sonríe, porque así es su filosofía de vida.

En un momento pensaba que no salía de esa, pero la superó, porque así es su vida, la de un peleador, la de una persona que jamás se da por vencido. Otra etapa se marca en la vida de Juárez, otra vez la rehabilitación, esta quizás un poco más dura, ya que no sentía parte de su cuerpo, y para colmo, la más importante para hacer lo que ama, sus piernas. Su materia prima, las mismas que le dieron tantas alegrías y tantas satisfacciones porque lo dejan cumplir su sueño, correr.


De a poco, pasito a pasito, fue consiguiendo volver al ruedo, era de suponer, Juan Pablo es invencible, imparable, nunca se cansa, corre y corre, no solo en las pistas, sino que en la vida. A veces lo hace a paso lento, pero seguro, paso tras paso, de a poco, pero siempre, buscando llegar a la meta, la meta que el mismo se pone antes de afrontar cualquier compromiso y lo más impresionante, es que a esas metas las logra conseguir.

Según su rostro lo demuestra, por su cara de felicidad, está viviendo una nueva etapa de su vida de felicidad plena, en la que disfruta cada uno de sus días, en la que vive a pleno, y no desaprovecha ningún momento para poder hacer lo que le gusta, pero ojo, siempre cuidándose.

La ronda de mates que se va acabando, de a poco, eso tiene un fin, como tantas cosas. Pero la lucha de Juárez por vivir a pleno, nunca terminará.

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